4 nov 2010

Muchos niños, poca infancia

¡Hola a todos! Antes que nada, quisiera hacer una aclaratoria. NO escribo cada cierto tiempo, escribo cada vez que siento que hay algo importannte que decir, considero su tiempo muy importante, así que de antemano: ¡Gracias por leerme!

He mencionado antes que no muestro mis poemas; sin embargo, decidí colocar este, espero lograr que piensen un poco. ¡Saludos!

Un mundo donde hay muchos niños
Pero la infancia es escasa
Hay pobreza de cariño
Y el sufrimiento amenaza

Tu vida no es correr
Tras un balón y gritar
Es huir al atardecer
Y en una cama esperar
Poder salir sin temer
Y no oír armas disparar

Es ver sangrar a tu hermano
Es crecer sin protección
Es tratar de dar la mano
Pero con poca compasión
Pues no sabes si al voltear
Aquel ser te hará daño
Destruyendo tu ilusión

Y comienza la amistad
con bolsas de polvo blanco
con amigos poco francos
llenos de odio y frialdad

Tú no eres culpable
De crecer en lo implacable,
Porque entre ver quién es más fuerte
Y estar cerca de la muerte
No se puede ser amable.

Somos todos quienes debemos
A nuestros niños un poco de amor
Pero el amor es concepto abstracto
Y se demuestra sólo con actos
Que le den a tu vida color

Suelta el arma que sostienes
Deja sin balas el rencor
Y a quien tu cigarrillo enciende
Hazle saber tu valor

Seca esa gota cristalina
O si quieres rompe en llanto
Pero encara de nuevo a la vida
Que para darte tiene tanto

Lucha sólo un poco más
no es tu amigo el que vaga
haciendo daño a los demás
aclamando que lo merecen
y riéndose detrás

Y a ti que lees esto
Comprende que es la verdad
Tú también haz algo honesto
No te quedes molesto
Sin hacer caridad

Gritemos porque haya justicia
Hagamos que exista infancia
Que no haya más codicia
Y desaparezca la ignorancia

7 jun 2010

Irónico campo bicolor




Mil años. Ésa es mi edad. Existo desde que existe mi suelo blanco y negro. Recuerdos tengo muchos, de los incontables juegos en los que he participado. El único instante que ha parecido escaparse de mi mente es el de mi nacimiento. Aún intento recordar cómo llegué aquí, como si de repente despertara inerte, sin tener poder de nada, sin tener siquiera el poder de recordar mi camino antes de pisar este suelo de dos colores antagónicos.

¿Mi nombre? Caballo negro, así de simple. Como yo hay otro más, descubrirlo me ha tomado muchos años en este extraño caminar en cuadrículas, pues mi vista siempre se encuentra hacia al frente, donde pareciera haber un espejo que nos refleja con el color más puro que haya visto jamás.

Ha pasado mucho tiempo, este suelo, el más antiguo de este estilo que ha existido, había estado encerrado por mucho y hoy, alguien ha decidido abrir esta lóbrega caja que nos mantienen alejados de los dominios.

 Me ciega la luz de la cruel verdad que nos rodea, a mí y a mi familia de negros colores, y a nuestro reflejo brillante y limpio. Nos vemos una vez más frente a frente, y todos aquellos recuerdos vuelven a mí. Una mirada, entre dieciséis inertes como la mía se clava en mí por siempre. Jamás, de tantos reflejos blancos, había podido olvidar aquella mirada; había conseguido un extraño secreto: aprendí a vivir sin poder verla, y aún hoy, la tengo a escasos recuadros y todo vuelve a ser como antes.


Causé su muerte y la muerte final de todos los otros reflejos: Lentamente fui tomado, levantado hasta pasar por encima de aquella criatura pacífica cuya mirada se había convertido en parte unificada de mi marmoleado ser, y sin poder voltear supe que había quedado solo en aquel campo bicolor, me pareció irónico: lo oscuro venció lo limpio y puro. De ese último juego, después del cual fuimos encerrados, surgió un sentimiento de culpa que no había experimentado con ninguna otra partida: “Es solo un juego” piensan aquellos que nos manejan a su antojo convirtiéndonos en callados asesinos.

Y sin embargo, comprendí de inmediato que la razón por la que la angustia sigue siendo infinita es por haber eliminado a la única mirada que me hacía querer ser un caballo vencedor, y el costo que tuve que pagar por esa victoria que desearía reprimir, fue la soledad que no se debió a la falta de compañeros, sino a su falta.


Se inicia el juego, incesantes movimientos bruscos se llevan a cabo entre los soldados llamados “peones”. La guerra iniciada se ve tranquila para los que se divierten dominándonos a placer. Ya han eliminado a casi todos los peones, que siempre son sometidos en primera instancia, como los que son sometidos a prejuicios… Comienzo a entender, después de mil años de partidas, lo injusto que es este juego en el cual no tenemos participación real, solo un protagonismo ficticio.

 De una esquina a la otra, sigo impactado por lo tranquilos que siguen siendo sus ojos de mármol, lo pueril y lo extrañamente indiferente que me transmitía verlos a distancia. No logro entender cómo después de ser despojada de su poder por mí, puede verme con tal sosiego y me pregunto si puede ver en mí lo que nunca podré ser capaz de pronunciar.

Matan a los alfiles, ahí van mi aliados que son movidos peor que yo, no son capaces de ver lo que sucede pues carecen de mirada; y aún así anduvieron más tranquilos, pues ignoraron por siempre que su andar fue en un campo de batalla. Sigo merodeando por cada cuadrícula, y en cada movimiento mi falso cuerpo está más cerca de ella, sin poder siquiera tenerla de mi lado. Fuimos condenados a ser imposibles por dedos arbitrarios y pienso en cómo aquellos que sí están en posibilidades de amar colocan al miedo en primer lugar, decidiendo jamás sentir nada por encima de sentir dolor. Yo sí conozco el miedo, pasa por mí mientras recuerdo aquel acto macabro y sucio y pienso en la impotencia de saber que no depende de mí el que vuelva a suceder.

Las torres, viéndose poderosas y como siempre representado una fortificación, aniquilan sin poder demostrar remordimiento a todos los honestos y tersos cuerpos blanquecinos, mientras cae una de ellas como ha caído en un centenar de partidas anteriores. De los otros, queda una torre, los reyes y ella: la yegua blanca. De nosotros, exactamente lo mismo.

Las reinas, que mantienen desde siempre una pose arrogante como si fuesen invencibles se acercan la una a la otra, hasta que cae la nuestra y veo que al final, su porte no les brindó más que un ensimismamiento en sus propios conceptos de poder, pues nunca comprendieron que, si son manejadas a antojo de otros, de nada valían sus movimientos con aires de soberbia. El rey defiende a su compañera y mata a la que se cree dueña del suelo, lo que causa después su liquidación.

La torre blanca, elimina a la que ahora podría ser llamada “mía”, pues soy el único rastro de negro que queda. Paso a los lados de ella siendo obligado a matar a mis contrincantes. Pocas veces, siendo la última partida una de ellas, había podido eliminar a un rey. El poder que éste emana ha sido vencido una vez más por la solemnidad que intento llevar por el campo.

El miedo me invade de nuevo, somos paso a paso acercados hasta quedar, una vez más, frente a frente. El impulso de correr pasa por mí deseoso, al tiempo que se ve contrariado por lo imposible de mi pretensión. La ironía retorna con el saber que los caballos que he conocido, incluyéndome, se les impide la libertad que caracteriza a los normales. Eso aquí no pasa de ser un anhelo innombrado.

Aquí estamos de nuevo, todo sucede exactamente igual. De repente, veo con calma que no soy tocado, que esta vez es ella levantada pasando sobre mi ahora tranquilo cuerpo de roca… Moriré como debe morir un caballo solemne: feliz de devolverle la justicia a quien lo merece. La ironía ya no está presente, solo una limpieza infinita en mi conciencia. La última partida que jamás jugaremos: disfrútala mi amada, todo ha vuelto a ser como debe.



Fabiola Ferrero

5 abr 2010

El Ávila se viste de actor.

Si bien he tardado para publicar es porque considero muy valioso el tiempo y de tantas cosas que escribo procuro subir las que pueden realmente resultar de ayuda, y no sólo de critica. Aquí dejo entonces mi visión de lo sucedido al Ávila, siempre tratando de llevarles una lucecita de que las cosas siempre pueden mejorar. Espero que sea de su agrado, y traté de ser lo más corta y concisa para que su tiempo esté bien aprovechado. Saludos.

Durante varios días los caraqueños observamos cómo nuestro tesoro natural llamado “Ávila” se hacía ver indefenso y atacado por las llamas cuyo origen permanecerá incierto entre nosotros, a pesar de las teorías infinitas a las que ha sido sometido. Imagino que como a mí, a la mayor parte de quienes tuvimos la desdicha y dicha a su vez, de observar tal encuentro de dos partes antagónicas de la naturaleza, se les convirtió en tarea ardua el controlar las lágrimas que salían de nuestros ojos, o por lo menos, rodaban en el interior de nuestra alma venezolana.

No puedo evitar comparar lo que sufrió nuestro Ávila, con la situación que tenemos día a día a nuestros ojos, y he aquí el motivo de esta publicación. Veámoslo así: el imponente recinto natural, lleno de verde y energía, y lugar de descanso, aventuras y rutinas de relajación para muchos, fue secando poco a poco sus árboles, hasta que uno de ellos, cogiendo fuego fue contagiando a los otros hasta convertir ese verde de esperanza en cenizas, en muerte. No busco ser alarmista y resaltar la infinidad de problemas que tiene nuestro país actualmente (que ciertamente merecen atención urgente), sino más bien comparar esto con lo que ha ido sucediéndole al alma del venezolano. La esperanza se ha ido esfumando y si no la retomamos a tiempo podemos terminar tan carentes y secos de la misma que puede jamás volver, y así el fuego de la codicia y la corrupción de otros se apoderarán de nosotros. Me llamó muchísimo la atención que mientras observaba las partes ya quemadas de nuestra majestuosa montaña, había quién decidió permanecer verde e intacta ante las llamas: Las sábilas. Puede ser por esto que se utilizan para las quemaduras, o su aloe para dar energía a nuestras células y así hidratarlas. Mi asombro fue al ver que parecían totalmente inmunes al fuego, y entonces digo: Todos nosotros debemos ser las sábilas de nuestra Venezuela. Ser inmunes ante la desesperanza de muchos,llenar nuestras células del alma patriota que llevamos dentro y continuar en la lucha; que si bien mi vida ha sido bastante corta, puedo decir por experiencia propia que tarde o temprano, quien persevera, vence... Y así como espero ver pronto a nuestro preciado paisaje pintado de verde una vez más, espero ver en cada mirada venezolana el regreso de la esperanza, jámás de la sumisión.


Fabiola Ferrero

1 feb 2010

Una Persona A la Vez

UNA PERSONA A LA VEZ.

¿Cuántas veces hemos estado tan ensimismados en nuestros problemas que no somos capaces de voltear, y ver que el de al lado tiene más de qué preocuparse, y sin embargo mantiene espíritu?....

Traté de dar este mensaje a mis compañeros de clase, espero haber tenido éxito. Imaginen lo siguiente: Sólo en el caso de mi salón de Comunicación Oral, 30 personas aproximadamente, si todos nos tomáramos el tiempo de ayudar a una persona por día, en 30 días que tiene un mes promedio, son 900 personas que han sido ayudadas, multipliquen esto ahora por todos a los que podemos hacer llegar este mensaje. Esta iniciativa no debe costar necesariamente ayuda monetaria, no se debe limitar a pensar que el dinero es la única ayuda, sino más bien la más fácil. El tener educación, el ser cortés, el ofrecer ayuda sin que sea pedida, el tomar en cuenta al de al lado para hacerlo sentir que está siendo considerado y que él también cuenta, el prestar tu tiempo de forma desinteresada, el hacer sonreír a alguien que se encuentre cabizbajo, o simplemente el dar a entender que el día puede ser mejor de lo que ya es con una actitud animada puede ser considerado una ayuda.

Lamentablemente, en la sociedad actual existe cada vez más un decaimiento de valores, donde ya el éxito no se mide por cuántas vidas has marcado positivamente, a cuantos has sido capaz de ayudar, por tu nivel de satisfacción personal… Sino más bien, a que tan grande es tu cuenta bancaria, y cuantos bienes poseemos. Mira ahora a tu alrededor, ¿Qué ves?, ¿ves miseria, hambre, calle, dolor?.... ¿O ves la comodidad de tu casa?. Así vivimos, nos encontramos tan acostumbrados a considerar todo tan imprescindible que perdemos la sencillez y la humildad que es la base de una sociedad sabia, y elementos sin los cuales no se puede vivir, tal vez sí sobrevivir, pero no saborear la vida como tal. Sólo quiero llegar a quienes lean esto, a pensar que cada vez tenemos más y pedimos sin cesar, en vez de darnos vuelta y dar una mano amiga a quienes están tan carentes de lo que nosotros estamos atiborrados. No sabemos por lo que los otros pueden estar pasando, y aún cuando alguien te muestre el ceño fruncido, tú ten la iniciativa de mostrar tus dientes, y sonríe a quien necesite. Una persona al día, no es demasiado, es más bien poco para lo que la voluntad humana es capaz de hacer. Creo firmemente en el poder del hombre, que si bien viene siendo un arma de doble filo, es de nosotros de quien depende hacia qué lado se inclina. Ayuda al que te pide limosna en el metro, sonríe a quien creas que no lo merece, di gracias, por favor, y ¿Qué puedo hacer por ti?, nunca está de más y tal vez puedas hacer una diferencia en la vida de alguien.

Di siempre tus quejas en voz baja, y tus ilusiones en voz alta. Esta frase marcó mi vida, me la hizo llegar mi papá volviendo de una charla con Roberto Canesse, una de las víctimas del avión que estrelló en Los Andes y en el cual se salvaron (después de 72 días sin comida ni agua en montañas heladas y sin ropa para frío) 16 de los 45 pasajeros que en él iban (Gran historia, aconsejo que la conozcan). No pierdan el tiempo quejándose, hagan el cambio que desean, sin esperar que éste llegue a ustedes. No esperemos hasta mañana, ayuda a alguien hoy y trabaja por lo que quieres, y pasa este mensaje a todos los que puedas… Comencemos a retomar los valores, una persona a la vez, y verás el sentimiento de satisfacción cuando logras algo positivo en alguien más.

Saludos.

Fabiola Ferrero

14 ene 2010

¿Felicidad? ¿Cómo se escribe?

Escribo porque siento que he abandonado mi página, para quienes disfrutan leer poemas publico éste, es bastante reciente. Les cuento que faltan dos poemas más y llegaré al "Poema 15". Fabiola Ferrero... Jajaja!, Disculpen que no publique más poemas, algún día tendré el valor de mostrárselos al mundo, espero...En fin, aquí les dejo una historia de alguien frívolo que no conoce la lucha y el dolor, o más bien... La conoce tanto que la ignora. Espero que les guste.

Me quedo sentado
Porque todo me llega
Si crees esperanzado
Eso nadie me lo niega

¿Para qué intentar?
Si de una u otra forma
Todo se va a arreglar
Sin seguir ninguna norma
Sin tenerme que esforzar

Paseo, río, lloro
Sin pensar en lo que viene
Porque soy un fuerte toro
¿Domarme a mí?, ¿Quiénes?

La retirada no existe
El destino me respeta
Porque si aún no lo viste
Mi presencia es invencible
Y la tuya está incompleta

Tengo todo, y lo mejor
No he tenido que luchar
¿A qué llaman dolor?
Aprendan a callar
y a olvidarse del amor

Ya no saben que inventar
Ya no saben qué es valioso
Si hay dinero y buen azar
No hay porqué ser cauteloso

Y me miran y critican
Dicen siempre “sentimiento”
Ya no quiero que me digan
Cómo éste los abriga
Que me causa agotamiento

Adiós a lo que llaman
Alegría o tristeza
Yo no sé qué es lo que traman
Pero en mí ya no hay sorpresa
Que venga pues lo que sigue
Que yo así ya estoy perfecto
¿Felicidad?, ¿Cómo se escribe?
No necesito tu afecto

Estoy sólo, así nací
Y por la vida voy
Ya no me vean así
No amé antes, no amaré hoy.

Fabiola Ferrero