8 jun 2011

Pastelero, traiga uno de queso primero.

En el vocabulario de los hinchas nacionales, se escucha de forma repetida la
palabra “pastelero”. En las fiestas, la torta siempre está al final, por lo que en el caso
deportivo es una figura para calificar a quienes sólo buscan el pastel, no lo anterior; es
decir, no conocen, pero disfrutan. También se usa contra quienes sienten más empatía
por el fútbol internacional en lugar del nacional. Si apoyas a equipos extranjeros, eres
pastelero; si no asistes a partidos de la Vinotinto o del Caracas Fútbol Club, eres pastelero;
incluso si comienzas ahora a conocer el deporte nacional y no llevas años siguiéndolo, eres
considerado pastelero.

El calificativo lo utilizan los fanáticos del fútbol nacional como sinónimo de plaga,
basura, vergüenza. Actualmente, hay una ola de fanatismo extremo hacia los clubes de
fútbol y la selección nacional, que no está compuesta necesariamente por seguidores de
corazón. Esto no se puede negar. Sin embargo, la generalización que se ha hecho involucra
a cualquiera que esté interesado en conocer el talento deportivo que hay en nuestras
canchas, lo cual tiene un efecto inverso al buscado: Los hinchas tienden a rechazar a quien
quiera apoyar al talento nacional, pero si no lo haces, también te rechazan. Se ha formado
una casta deportiva, integrada por jóvenes conocedores (y otros, no tanto) de la historia y
la actualidad del fútbol de nuestro país. Esta estructura social impenetrable ha ocasionado
una división de los espectadores de nuestro deporte: Los hinchas “de corazón”, y los
llamados “pasteleros”: ignorantes de este deporte.

Tomemos como ejemplo un partido del C.F.C: La barra brava es una de las más
conocidas en Venezuela. Un mar rojo ocupa la mitad del estadio Olímpico, y dentro de
este mar se discriminan unos entre otros, incluso se denigra abiertamente en canciones a
los que poco saben. Supongo que los fanáticos “de corazón” tienen un súper poder para
saber quiénes sienten el deporte, y quiénes lo siguen por ser vistos. Dios nos libre de salir
a la calle a celebrar por el equipo del país de nuestros abuelos, y no saber los nombres de
quienes conforman la selección Vinotinto, pues ahora el deporte pertenece a los sabios del
balón, a los historiadores del juego, a los analistas de la cancha.

Hay muchos que sólo se interesan por la diversión que trae estar rodeado de euforia,
y hay otros que poco conocen, pero sienten emoción al ver a otro venezolano meter un
gol o alzar una copa. Pero si no está su mente al tanto de todo lo que sucede detrás, es un
pastelero, una vergüenza, y no tiene derecho a celebrar ni conocer… Se reservarán entonces 
las canchas para las minorías, y el deporte nacional será sólo para una élite.