Por Jorge Botti
En
las profundidades del sótano de La Gran Pulpería del Libro Venezolano
permanecen escondidos la historia del país junto a los recuerdos de aquel que
dedicó su vida a recopilarla, Rafael Ramón Castellanos. He aquí su perfil de
vida
Rafael
Ramón Castellanos nunca olvidará el día en que se tomó su primer güisqui. Al
librero de 82 años no le cuesta narrar con su voz arrulladora, similar a la de
un antiguo tocadiscos, lo que pasó aquella tarde de 1955 cuando el poeta Pedro
Pablo Paredes lo invitara al bar El Parral en la avenida Urdaneta a conversar
acerca de su primer libro Canto Azul
con un par de tragos. “Esa vaina me llenó el corazón de alegría”, recuerda.
Anticipaba una buena crítica por parte de la eminente figura.
Paredes
ordenó dos güisquis, y tras saborear el suyo durante un tiempo que para
Castellanos pareció infinito, dijo:
—Su poemario, Canto Azul,
merece una segunda edición.
Lo había logrado. Castellanos ya saboreaba su
carrera como escritor, tal y como lo había soñado a los 12 años cuando creó su
primer periódico escolar Luz en Las Moristas, Edo. Trujillo.
Paredes sacó un papelito arrugado de uno de los
bolsillos de su saco, lo dobló y, con una pluma en la mano, continuó:
—Aquí está la segunda edición de su libro. Aquí se
leerá su nombre y el nombre de su obra, y en el reverso se escribirá: esta
segunda edición, constante de dos páginas, se terminó de imprimir en Caracas,
1955. Que tenga un buen día, Castellanos.
Se paró y se fue.
Rafael Ramón Castellanos ha escrito hasta la fecha
72 libros entre los que destaca Sucre
creador del Derecho Internacional Humanitario por el que recibió el Premio
Internacional Gran Mariscal de Ayacucho. Fue Encargado de Negocios en Paraguay
durante el gobierno de Rómulo Betancourt, Cónsul de la República en Colombia
durante el primer gobierno de Rafael Caldera y Director de Publicaciones de la
Presidencia durante los mandatos de Luis
Herrera Campins y Ramón J. Velásquez. Pero su mayor legado, como lo aseguran el
historiador Rafael Arraiz y su hijo Rómulo Castellanos, es la Gran Pulpería del
Libro Venezolano.
La
Pulpería
Rafael Ramón Castellanos nunca olvidará aquella
anécdota que le contara el ex presidente colombiano, Belisario Betancur. Se
encontraba reunido en Caracas junto a unos colegas con quienes había sido
observador de unas elecciones presidenciales, cuando, como si recordara una
cita de suma importancia, interrumpió la conversación:
—Tengo que irme mis amigos porque voy a bajar hasta
la cultura.
El ministro chileno de asuntos electorales,
extrañado, le comenta:
—Me suena tan rara esa frase, bajar hasta la
cultura.
—Usted no conoce la Gran Pulpería del Libro
Venezolano. Échese un viajecito.
La Pulpería, como se le conoce en Caracas, es una
librería ubicada en Sabana Grande con más de 2 millones de libros. Todos se
encuentran apilados en docenas de estanterías en un sótano de 830 metros
cuadrados que asemeja un intrincado laberinto impregnado por un aroma ácido y
dulzón, propio de los libros con más 20 años de vida.
“Probablemente no haya ninguna librería en América
Latina con las dimensiones que tiene la librería de Castellanos”, dice el
historiador Arraiz, quien además confiesa que es una fuente fundamental para su
trabajo: “A veces consigo libros ahí que ni siquiera están en las bibliotecas”.
Los libros y la lectura siempre han sido la pasión
de Castellanos. En 1955 fundó su primera librería llamada Primicias Literarias
para luego fundar en 1962 la librería Historia. En 1981 nace en el Pasaje Zine
en la avenida Universidad la Pulpería del Libro Venezolano que luego en 1999
tuvo que mudarse a Sabana Grande por problemas de espacio y ser reinaugurada
con su nombre actual.
Castellanos, que siendo doctor en Filosofía y
Letras, historiador, y periodista, prefiere llamarse a sí mismo librero a
secas, tiene 58 años recopilando libros para su librería. “Nadie puede hacer
hoy lo que hizo mi papá con aquella pasión, dedicación y gusto. La Pulpería es
la vida de mi padre”, comenta Rómulo Castellanos.
Cuentan las leyendas urbanas que Rafael Ramón
Castellanos, a sus 82 años, sabe
exactamente cuántos, cuáles y dónde se ubican todos los libros que conforman su
librería. Sus hijos Tania y Rómulo confirman los rumores.
Tania, quien hoy se encuentra a cargo del negocio,
relata que su padre tiene la capacidad de ubicar los 2 millones de libros solo
con el uso de su memoria: “Una vez me pidió que le buscara un librito rojo que
se encontraba en el quinto estante, tercer entre paño, número 20. Para mi
sorpresa, ahí estaba el librito”.
Don Rafael, como suelen llamarlo en la calle quienes
lo conocen, ya no atiende personalmente la Pulpería. Sin embargo, no deja de
llevar el control de la compra y venta desde su casa en Caurimare donde podría
tener otra librería por la cantidad de libros apilados en todas las esquinas.
“Mi papá, siendo librero, es el peor vendedor de
libros. Si no quería venderlos, no lo hacía. Decidía a quien vendérselos y a
quien no”, asegura su hijo Rómulo, menor de seis hermanos: Juliak Nova, Tania
Ivonne, Xiomara Nohemí, Dhinora, Rafael y él.
Su padre, en cambio, concibe su profesión de otra
manera: “Ser librero no es vender libros, ni comprar libros. Si no entender la
forma en que se difunden las ideas. Debe saber decirle a la gente qué es lo que
debe leer, enseñarle un camino, no vender libros como si fueran chinchurrias [intestino
delgado del ganado vacuno].”
La pasión de Castellanos nació hace 78 años, en
Santa Ana, Edo. Trujillo, en 1935.
El
campo y la lectura
Rafael Ramón Castellanos nunca olvidará su primera
lectura. Sin mayores esfuerzos, acude a los recovecos más recónditos de su
memoria para contar cómo, cuando tenía cuatro años, sus padres, Efigenio
Castellanos y Evangelina Villegas, lo castigaron obligándolo a leer frases de
un periódico que revestía una de las paredes de su casa. Su madre le indicaba:
—Cuando usted termine de leer todo eso y me pueda
explicar qué dice y qué significa, su castigo terminará.
Los periódicos que leía y releía para pagar su
castigo eran La Esfera y El Heraldo que, 78 años después, sigue sin saber cómo
llegaban a su pueblo.
Nació el 7 de agosto de 1931 en un pueblo campesino
llamado El Blanco cerca de Santa Ana en el Edo. Trujillo, para luego mudarse
cuatro años después a Las Moristas, poblado dentro de una hacienda cafetalera.
Vino a Caracas un año antes del encuentro en El Parral con Paredes, en 1954,
con la intención de estudiar periodismo en la Universidad Central de Venezuela.
“En otra época leí fragmentos de relatos breves. No
sé si ex profeso, papá y mamá ponían esas páginas en las paredes, creo que sí”,
recuerda Castellanos. Sus fragmentos favoritos eran los de Rómulo Gallegos y Ricardo
Guiraldes porque hablaban de caballos.
Los hijos de Castellanos también debieron pagar
castigos similares. Tania Castellanos recuerda que sus hermanos debían escribir
composiciones de los pájaros que cazaban con sus chinas. Su padre les decía: “No se pare de ahí hasta que no me haga
una composición.”
“Mi padre tiene un carácter muy fuerte. Uno no podía
contestarle. En la casa siempre debía hacerse lo que él decía. Cuando a uno lo
regañaban debía agachar la cabeza”, confiesa Tania Castellanos.
“En una ocasión me pidió que conversara con el ex
presidente colombiano Belisario Betancur que estaba de visita por la Pulpería
porque no tenía ganas de hablar pistoladas”, asegura Rómulo Castellanos que
trabajó junto a él en la librería hasta que sus caracteres chocaran. Discutían
por todo. Incluso por la cantidad de estantes que debía tener la librería. “Él
siempre ha hecho lo que le ha dado la gana”, sentencia.
Sin embargo, no esconde su orgullo cuando reconoce el valor del trabajo que ha
hecho su padre: “Mi papá es el conservador cultural de esta ciudad. Gran parte
de la memoria de Venezuela se le deberá a él, por su obra, La Pulpería.”
***
—Don
Rafael, ¿por qué le gustan los libros?
— Los
libros son miel… a quién no le gusta la miel.