16 dic 2013

Personajes de Caracas: El "duende" de La Florida

Después de 37 años sembrando árboles, Armando Báez hoy se deleita con sus frutos

Con andar contoneado, Báez reparte saludos por las calles de La Florida. Pasadas las seis de la tarde, el guardabosque y su grito de “¡amiga!” se resguardan en su nueva casa: El Porvenir, parque inaugurado por PDVSA La Estancia hace pocas semanas




Un hombre con lentes oscuros le da la mano a un niño que corría en interiores chorreando destellos. Viene de jugar en la fuente. Voltea y repite el proceso dejando colar unas cuantas gotas en la mano de su siguiente visita. Se baja los lentes hasta la nariz.

No me digas nada, tu carita lo dice todo. A ti te hablaron de mí.

El guardabosque exhibe cabellera blanca y una esfera plateada en su oreja derecha. El apodo de El duende fue otro regalo de la doctora Beatrice Sansó de Ramírez, gerente de PDVSA La Estancia, quien inauguró el parque a principios de noviembre.

Yo construí este ecosistemacuenta explicando la razón del sobrenombre.
Báez vivió en su casa hasta los 14 años. Después de eso, encontró colcha en la calle y familia en la naturaleza.

Yo los sembré y los recogí también. De la basura. La gente los bota solo porque se quebró el pote.
Quería salvarlo.
Por supuesto. Es una vida diferente, pero nace, crece, se reproduce y muere. Igual que tú, igual que yo.
Parece su historia.
¿Y por qué no?
¿Cree que es como ese árbol? ¿Que lo dejaron así en la calle?

La pregunta queda suspendida en el aire por unos segundos. El duende rompe el silencio.

La única diferencia es que a mí no me recogió nadie.

Comparte habitación con sus niñas: Abril, Mayo, Junio y Julia, aunque este último es un nombre poco elegante para su cuarta gata, así que lo cambia por Chanel. Entre tantos árboles y mascotas, el corazón de Báez no se da cabida.

Esto aquí es un ardor de fuegodice con las manos en el pecho. No habla de pasión. El duende está recordando uno de sus cuatro infartos.

Mi corazón se abrió en varias oportunidades para que cupieran todoscuenta sonriente. También su cerebro se ha “abierto” para que sus ideas fluyan. Dos ACV están registrados en su historia clínica del Hospital Vargas. Aún recuerda la enfermera que lo limpió.

Es el primer amor de mujer que he tenido.

Pero el amor no está en todas partes. Nunca un vecino lo ha montado en su carro para llevarlo a la clínica por miedo a que quede inerte en su asiento y no vuelva a despertar. Se quedan ahí, lo acompañan, lo ven de cerca y le toman la mano. Luego llaman a la policía para que resuelva su traslado.

¿Eso le molesta?
No, tengo que aceptarlo. Yo no me he quedado en eso, me pasó y me pasó. Todo en su santo lugar, así soy yo por dentro y por fuera. Y más adentro igualito.

El orden se ve en su guardarropa, se siente en el aroma a jabón de su sala y se oye en el silencio que lo rodea. El guardabosque no tiene pareja, tampoco busca una, pero abre espacio entre sus relatos para alguien que siempre lo acompaña. “La Biblia dice…” es una frase que empotra con el resto cada par de minutos.

Soy uno de los elegidostoma aire para continuar, pero se detiene y solo suspiraSí.
¿Elegidos para?
No sé—espera que la incertidumbre se aclare más adelante. Cincuenta y ocho años no le han dado la respuesta.
Yo tengo que estar como el scout, siempre listo.

Suena sin aviso una música aguda.

Me encanta cuando suena mi teléfono.
¿Por qué?
Porque síve la pantalla del celular y levanta de nuevo la miradaporque alguien se acuerda de mí.
¿Quién se acordó ahora?
Rebeca, mi odontóloga.

Y se escapa de nuevo una risotada que trata de escaparse por la vena de su frente. Muestra sus dientes al tiempo que enseña sus cortinas “de confección propia” y expone todos los muebles de su nuevo hogar. Pero de a ratos le da descanso a la sonrisa y con pequeñas lagunas en sus ojos marrones deja ver una seriedad que esconde.

—Ya voy llegando—repite en voz alta lo que lee en la pantalla.

 Mientras Armando Báez se dispone a recibir a su odontóloga, enumera a todos los personajes de PDVSA que se han sentado en su sala, cuida no despertar a su familia peluda y recuerda el anterior patio de tierra hoy convertido en un piso de madera.

Gracias a ese bosque el parque tiene nombre de bosque, más bonito. Bosque urbano La Alquitrana, otros le dicen bosque urbano El Porvenir, me gusta más. Armando por venir. Sí. ¿Y por qué no? Claro. 

1 comentario:

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