5 abr 2010

El Ávila se viste de actor.

Si bien he tardado para publicar es porque considero muy valioso el tiempo y de tantas cosas que escribo procuro subir las que pueden realmente resultar de ayuda, y no sólo de critica. Aquí dejo entonces mi visión de lo sucedido al Ávila, siempre tratando de llevarles una lucecita de que las cosas siempre pueden mejorar. Espero que sea de su agrado, y traté de ser lo más corta y concisa para que su tiempo esté bien aprovechado. Saludos.

Durante varios días los caraqueños observamos cómo nuestro tesoro natural llamado “Ávila” se hacía ver indefenso y atacado por las llamas cuyo origen permanecerá incierto entre nosotros, a pesar de las teorías infinitas a las que ha sido sometido. Imagino que como a mí, a la mayor parte de quienes tuvimos la desdicha y dicha a su vez, de observar tal encuentro de dos partes antagónicas de la naturaleza, se les convirtió en tarea ardua el controlar las lágrimas que salían de nuestros ojos, o por lo menos, rodaban en el interior de nuestra alma venezolana.

No puedo evitar comparar lo que sufrió nuestro Ávila, con la situación que tenemos día a día a nuestros ojos, y he aquí el motivo de esta publicación. Veámoslo así: el imponente recinto natural, lleno de verde y energía, y lugar de descanso, aventuras y rutinas de relajación para muchos, fue secando poco a poco sus árboles, hasta que uno de ellos, cogiendo fuego fue contagiando a los otros hasta convertir ese verde de esperanza en cenizas, en muerte. No busco ser alarmista y resaltar la infinidad de problemas que tiene nuestro país actualmente (que ciertamente merecen atención urgente), sino más bien comparar esto con lo que ha ido sucediéndole al alma del venezolano. La esperanza se ha ido esfumando y si no la retomamos a tiempo podemos terminar tan carentes y secos de la misma que puede jamás volver, y así el fuego de la codicia y la corrupción de otros se apoderarán de nosotros. Me llamó muchísimo la atención que mientras observaba las partes ya quemadas de nuestra majestuosa montaña, había quién decidió permanecer verde e intacta ante las llamas: Las sábilas. Puede ser por esto que se utilizan para las quemaduras, o su aloe para dar energía a nuestras células y así hidratarlas. Mi asombro fue al ver que parecían totalmente inmunes al fuego, y entonces digo: Todos nosotros debemos ser las sábilas de nuestra Venezuela. Ser inmunes ante la desesperanza de muchos,llenar nuestras células del alma patriota que llevamos dentro y continuar en la lucha; que si bien mi vida ha sido bastante corta, puedo decir por experiencia propia que tarde o temprano, quien persevera, vence... Y así como espero ver pronto a nuestro preciado paisaje pintado de verde una vez más, espero ver en cada mirada venezolana el regreso de la esperanza, jámás de la sumisión.


Fabiola Ferrero