20 feb 2014

"Puedes leer la historia o puedes vivirla"

Como reportero, Vicent Montagud ha cubierto conflictos armados para Radiotelevisión Valenciana (RTVV) en España por más de 17 años. Ha visto dolor y muerte, pero es más fuerte su deseo de comunicar el sufrimiento de otros




Fabiola Ferrero
El tono de Skype fue el preludio para una conversación a larga distancia con el corresponsal de guerra español Vicent Montagud. Con cejas anchas, bien abrigado y una repisa llena de libros a su espalda, el periodista está en la lucha para que reabran las puertas de su canal RTVV, cerrado el 28 de noviembre de 2013. Hoy está desempleado, pero años atrás su trabajo de cobertura informativa le valió el premio Ortega y Gasset (2003).
Fue enviado especial para los conflictos de Kosovo (1998), Afganistán (2001), Irak (2003).  Israel-Palestina y Líbano (2011). Pero ninguno como Bagdad. Montagud estaba en el Hotel Palestina cuando fue bombardeado por tropas estadounidenses en abril de 2003. La suerte lo acompañó, pero no a sus compañeros que dormían en el piso 15. Eso no lo hizo renunciar al periodismo de guerra. Lo lleva en la sangre.
—¿Cuál fue su primer acercamiento al periodismo?
—Desde pequeño me atrajo este mundo. Veía en televisión a los corresponsales españoles cubriendo acontecimientos importantes y me parecía que era un trabajo magnífico. Empecé en el periodismo local, me fui especializando en el reporterismo en general y luego, casi por casualidad, me tocó cubrir la guerra de Kosovo. Este tipo de cosas te llegan a las manos de forma inesperada. Lo que hice fue el éxodo, no estuve en la línea de combate. Cuando vas adquiriendo más experiencia te puedes acercar a un conflicto armado.
Cuando iba en el avión hacia Kosovo, ¿qué pasaba por su mente?
—Mi primera reflexión en aquel lugar fue que el uso de la fuerza en determinadas circunstancias está justificado, para evitar un mal mayor como el que estaba presenciando.
—No cualquier persona puede ver algo así y tener el temple suficiente para comunicarlo con calma después, ¿qué rasgo hace que usted sí?
—Amor por este oficio. Más que pasión. Que te guste muchísimo lo que haces. De otra forma es imposible que arriesgues tu integridad personal para darles voz a los que están sufriendo. Cuando acercas un micrófono a una persona que acaba de perderlo todo, ese momento para un periodista es mágico. [Se necesita] un poquito de temple también. Tienes que tomar decisiones muy rápidas y de ellas depende tu seguridad.
—¿En su vida personal también es así?
—[Se ríe] La verdad es que me cuesta un poco más decidir las cosas, si te soy sincero.
—¿Puede entonces separar su trabajo de su vida personal?
—No puedo separarlo en absoluto. Yo creo que el periodismo es una forma de vida.
Cuando se encuentra con situaciones impactantes, ¿se queda pensando en ello?
—No. Es curioso cómo la mente humana tiende a minimizar los momentos con los que no puedes vivir a diario. Hace poco lo hablaba con un compañero que estaba conmigo en el Hotel Palestina. Cuando dispararon, teníamos miedo porque usualmente un disparo es preludio de otro. Como sabíamos que había impactado una de las habitaciones con periodistas españoles, subimos. Rompió la puerta como en las películas y había varios colegas heridos. No recordaba que era yo la persona que estaba con él. La memoria a veces elimina cosas para dosificar el dolor.
—El periodista que murió en el Hotel Palestina, José Couso, ¿era su amigo?
—Claro. A medida que vas cubriendo conflictos corres el peligro de pensar que nunca te va a tocar a ti. Algo así como que eres inmortal, y ese es un grave error.
—¿Qué tanto de conocer y qué tanto de suerte hay en la supervivencia?
—Yo diría que la experiencia es más importante. Pero también es suerte. ¿Por qué aquella bomba norteamericana explotó en el piso 15 y no en el 14? A veces tu vida se decide por unos centímetros.
Para estar prevenidos muchos tienen periquitos que se alborotan cuando viene un misil, ¿usted tenía el suyo?
—[Se ríe] No solo periquitos. En Bagdad teníamos un burro que rebuznaba cuando se acercaban los aviones. Lo llamábamos Burro Sirena porque hacía ruidos muy llamativos y nos avisaba que aquello iba a empezar. Era famoso en Bagdad.
—¿Lo han confundido alguna vez con un espía?
—Sí. En Egipto a mi cámara le dieron una auténtica paliza porque nos acusaron de ser espías. Esto está dañando la profesión.
—Para alguien que la ha tenido tan cerca, ¿qué significa la muerte?
—Algo que al final nos une independientemente de cómo hayamos sido. Cuando ves la muerte de cerca te das cuenta de eso: nos espera a todos.
¿Le gusta volver a casa?
—Al principio te alegras y enseguida lo extrañas. No estar en peligro sino estar donde ocurren las cosas. Puedes leer la historia o puedes vivirla. Mataría por estar en Sudáfrica ahora en el funeral de Mandela.
¿Es verdad que no hay dos guerras iguales?
—Sí. Todas tienen algo en común: son asesinatos masivos. Me interesan sobre todo las víctimas, porque concibo este trabajo como algo que pretende dar voz a los que sufren.
Y si ese es su trabajo, ¿cómo lo hará ahora que cerraron su medio?
—Tengo cosas que leer y que escribir. Mientras tanto, si surge una oportunidad para cubrir una noticia importante, no tengas duda de que lo haré para alguien.
La ventana temporal es su página web www.hotelpalestina.com. El nombre es en honor a quienes fallecieron ese día y a todos los hoteles que han servido de refugio para los periodistas de conflicto. No detiene nunca su formación. Para él, los periodistas deben leer como si la vida dependiera de ello. Entre lecturas de Ryzsard Kapuscinski y Robert Fisk, Vicent Montagud se prepara para su siguiente cobertura de guerra. Siria es la siguiente parada. Ya no como ancla de RTVV, sino como free lance.