25 jul 2012

Dinero rápido pero no fácil


Por: María Fernanda Silva


Lo llaman fácil porque nada más acostándose con alguien te ganas los reales pero este trabajo aunque ustedes no crean es el más difícil que puede haber, porque para nadie es fácil acostarse con un hombre sin sentir nada. Vengo de lunes a sábado y me lo tomo como un trabajo normal. Llego aquí a las diez y a las seis me voy pa mi casa de manera que ya en la noche es demasiado peligroso, prefiero trabajar en el día antes que trabajar en la noche. En mi  casa no lo saben, bueno digo yo que no lo saben.

No es como todo el mundo piensa que ay llegamos, ay si nos hacemos los reales, no. Hay días que te vas sin medio  como hay días que te puedes hacer mil bolívares, mil quinientos hasta dos mil bolívares, depende de todo. Pero ahorita como está la cosa, no está muy bueno. Todo es cuestión de suerte. Antes tú llegabas y en dos  horas ya tenías hasta mil bolívares. En una hora,  ya tenías mil bolívares, ya te ibas. Yo antes venía a las cinco y a las seis ya yo me estaba yendo, a mi casa. En verdad, ya no, ahorita tienes que durar todo el día aquí para poder hacerte algo.

Nosotras estamos cobrando 300. Un rato, una eyaculación. Hay muchos que no les gusta porque ellos quieren durar una o dos horas contigo ahí. La mayoría de los hombres que vienen son casados y de todo tipo. Hay clientes que te pagan más. Hay clientes que te chillan pa pagate menos. Las mujeres que están operadas cobran un poquito más.

Aquí hay mujeres que tienen sus clientes que son como maridos de ellas que las ayudan y cosas así. Pero, un cliente se puede ir con cualquiera, porque ellos son los que pagan. Ellos son los que tienen los reales. Bueno, yo de hecho no hace mucho tenía un hombre que él me daba todos los fines de semana 1500 bolívares. No tenía relaciones con él porque él decía que yo le gustaba demasiado y que por eso a lo mejor no se le paraba, y lo que me hacía era dar besos y ay que linda y esto y lo otro…y así me daba los reales.

Hay clientes que se portan bien contigo, como hay otros que son tremendas ratas porque aquí hay hombres que creen que uno está porque les gusta estar y no porque uno necesite. Aquí hay hombres que han venido y después de tener las cosas con uno y broma, quieren quitarle los reales a uno, sacan sus pistolas. Muchas veces si nos van a quitar los reales, les damos los reales pa que no nos hagan nada porque en verdad vale más nuestra vida que real. Pero no tenemos ningún arma ni nada pa defendenos  ni nada por el estilo.

No es nada fácil. A  quién no le gustaría dejar este trabajo. A todos en realidad nos gustaría dejar este trabajo pero, si lo dejamos  cómo hacemos. A veces duro hasta tres, cuatro meses sin venir, y cuando vengo me siento extraña.

Cuando yo era más chamita que estaba estudiando yo quería estudiar pa periodismo pero no pude. Mi mamá no tenía así como pa nosotros estudiar y la cosa. Yo dejé los estudios pa que mis hermanos siguieran estudiando. Yo trabajaba, aquí y les daba, les compraba sus zapatos, sus estrenos, su broma. Después que tuve a mis hijos ya ellos se olvidaron de ropa y de todo porque ya todo es pa mis hijos. Son cosas que a uno le toca  y que nadien sabee lo que uno vive.

Empecé cuando tuve mi primer hijo. Me separé del papá de mis hijos el no me quiso ayuda más y tomé la decisión. Tenía una amiga que trabajaba aquí antes que yo y ella me trajo para acá. Y al ver que aquí pude comprarle todo a mi hijo y broma, sin necesidad de estarle jalando al papá, me quedé aquí estancada.

Algún día dejaré este trabajo, ya mis hijos están creciendo y no me gustaría que me vieran en esta vida porque tengo una hija hembra y que no siguiera mi ejemplo porque en realidad esto no es fácil que pase alguien y te señale, te acuse sin saber nada. Porque mucha gente que lo hace, te ven a ti “Ayy mira esta” es así, ve pero sin sabe las cosas, sin sabe nada. Eso es así.

Por lo menos yo no me veo como una prostituta cochina así como todo el mundo habla. Las mujeres de la calle nos cuidamos más que las mujeres que tienen los hombres en su casa. Porque ellas no saben con cuántas mujeres se acostarán los maridos de ellas y no se cuidan. Nosotras sí, si  los hombres no se ponen preservativos no estamos con ellos. Es una condición, sin eso no.

Por eso me da tanta rabia porque por mi casa hay cantidad hombres y mujeres que hablan de las prostitutas y no saben que nosotras las prostitutas somos más limpias que ellas. Somos más limpias y estamos pendientes de la broma del ginecólogo de esto, de lo otro por qué porque estamos en la calle. Nosotras usamos preservativos, si no es con eso no lo hacemos.

Tu te metes pa los barrios y en esos barrios  si hay mujeres putas, putas. Tu las ves que se les pega a aquel, el otro y el otro y no le dan nada. Esas si son. Ellos no ven a uno como uno se ve porque  ellos no valoran a uno como mujer.

Hay muchas mujeres que en realidad  sí vienen acá por sus hijos, pero como hay  otras que no. Hay mujeres que aquí duran una semana sin ir pa su casa. Entonces Todo lo que agarran se lo gastan en ropa, en drogas… Al día siguiente cuando se paran se ven limpias otra vez. No tienen real. A volver a lo mismo. Eso no es vida. No es vida. Agarran más plata que uno, más plata que uno y no valoran la plata que tienen. Coño yo agarrara aunque sea un millón diario coño, que nojoda fuera reuniendo y reuniendo  pa algún día no venir más pa esta huevonada.

Yo fumo mariguana. Pero es porque eso me relaja no sé, al momento de estar con uno hombre tengo la mente en otro lado, porque eso es horrible. Pero no me gusta… no es un vicio porque en realidad no gasto mis reales en eso. Cuando se da el momento fumo y ya, pero no es un vicio.

Ya yo tengo seis años aquí. Todo cuesta real. Todo está caro, ahorita  un sueldo de 300 mil bolívares no te alcanza para pagar la cuidada del niño, pagar el alquiler, comprar pañales por eso es que nosotros estamos aquí. Algunas no estamos por eso, algunas están porque les gusta, porque son masoquistas pero en realidad yo estoy por necesidad. Porque un sueldo no te alcanza para todo eso, si compras comida no pagas la niñera, si pagas la niñera no compras pañales. Si compras pañal no te vistes.

Es así, este trabajo es así. Nosotras sabemos cuándo nos montamos en un carro más no cuando nos bajamos. Porque no sabemos si con la persona que nos vamos a montar vamos a correr suerte de que nos pague y todos nos salga bien. A como nos montemos y pues nos violen, nos maten.



18 jul 2012

Meditando en plena Caracas



Por Fabiola Ferrero



Eran pasadas las 6 de la tarde, yo iba sin pausa pero sin prisa entre el sonido incesante de las cornetas que se ligaba con un hermoso atardecer naranja. Entré al Museo del Transporte. Aún no entendía bien… ¿De verdad es aquí donde tengo que estar?

No estaba nerviosa, pero sí con muchas ansias, entré en un cuarto enteramente blanco, lleno de personas, con pétalos de rosas rojas y amarillas en el suelo. El olor intenso a incienso y frutas y el Buddah en la cabecera de la habitación hizo que se me quitara cualquier duda: “Sí, estoy en el sitio correcto”.

Como si hubiese sido a propósito, para crear una metáfora de mis conocimientos del budismo, quedé sentada a la derecha de un moreno que –según le escuché decir- es nuevo en esto, y del otro lado uno lleno de guindajos y anillos del Om Mani Padme Hum.

Pensé que si no hubiese perdido los míos, tal vez alguien también estaría pensando que sé mucho de esto.

Mi pensamiento se interrumpe por una cabeza calva que se asoma, de tono almendrado, con una túnica amarilla y una sonrisita de lo más cuchi. No podía creer que tuviera tan cerca a aquella lumbrera morena. Me siento como viendo en vivo un documental de NatGeo. Sí, estoy con un genuino monje tibetano. No pude evitar decir en voz alta “Esto es increíble”, mientras el de al lado se reía de mi reacción inocente.

En ese momento, como embobada, no pude más sino verlo fijamente, volteé y noté que todos hacíamos lo mismo, nos reíamos de su acento pero prestábamos una atención que nunca le he dado a ninguno de mis profesores. Era algo en él… Eso que llaman su “vibra”: imponente, pero nada agresiva.  Después de hablar un rato, llegó lo que quería: la meditación. Estaba emocionada.

Él comenzó, por supuesto. Meditó el mantra Om Zam Bala Zalen Dhraye Soha, aunque  lo hacía sin mover sus labios, mientras tocaba un instrumento parecido a una mandolina. En eso los ojos de todos se hicieron tan pesados que no pudimos más que dejarnos llevar por la vibración que ahora estaba en todo nuestro cuerpo.

La energía del cuarto de volvió densa, no podíamos salir de ella mientras la voz del monje estuviera acoplada con la nuestra. La vibración se sentía en la cara, en los oídos, en las manos, en el abdomen. La garganta me palpitaba rápidamente con el canto del mantra, los brazos los tenía flojos y la respiración, tan normal, se volvió un acto consciente. Sentía el aire entrar lentamente a mis pulmones, lo oía en mi interior y lo dejaba soltar recitando.

Esa meditación que tantas veces he hecho en mi cuarto, en mis clases de yoga y en la orilla del mar, eran juego de carritos al lado de este sonido que se sentía en la piel de todos, en esa energía de la que era imposible escaparse si estabas allí. Así seguimos por varios minutos, difíciles de calcular mientras estás en esa tembladera con un ruido tan hipnotizante.

Abrimos los ojos. Volteo para ver si algún tramposo ya los tenía abiertos… Pero nada. Todos nos veíamos como despertando de un sueño profundo, apenas dándonos cuenta de que seguimos en ese cuarto blanco, lleno de gente desconocida. Siento de nuevo el olor a incienso, como si por esos minutos, hasta eso hubiese desaparecido.

Ahora sí, regreso a casa en una noche bastante fría para ser Caracas, y bastante calmada para lo que estoy acostumbrada. ¿O la calmada soy yo? En fin, me fui, tranquila, en paz, sonriente… pensando que esa entrada que me gané en Twitter, va a ser un premio difícil de superar.


Imagen tomada de portubienestar.blogspot

Una noche en el cementerio


Por Jorge A. Botti

Cementerio del Este. Caracas, Venezuela 13/7/12
No la ha visto. Tampoco la ha escuchado. Sin embargo, no descarta que suceda en algún momento.
Alexander Gómez tiene casi 6 años trabajando como guardia de seguridad en el Cementerio del Este y se considera uno de los pocos que podría soportar la noche en la zona de los crematorios.
Sin embargo, no siempre fue de esa manera. De 29 años, pero de apariencia mucho mayor, Gómez recuerda la primera vez que “montó puesto” en esta zona. “Estaba cagao” me confiesa. Compuesto por tres capillas y un cafetín, esta área, instalada en plena montaña, se presta para atemorizar a la gente: los faroles de luces amarillas crean una niebla que diluye la vista y los sonidos del bosque se confunden con aquello que los visitantes no quieren escuchar, pero que se mantiene incesante, acechando.
Parece un susurro detrás del oído. Es el sonido que emiten los hornos cuando están encendidos, dos de ellos para personas y otro para mascotas. “No dormí esa vez”, continúa Gómez. Después de quedarse solo, recuerda que se acomodó en las sillas del cafetín y pasó la noche en vela, atento. Pero en la madrugada escuchó algo.
Las chimeneas metálicas de los incineradores se contraen por el cambio de temperatura en las mañanas, suenan como si se les golpeara con un bate. Gómez aprendió esto con los años, a través de los cuales ha descartado otros temores hasta incluso ayudar en el proceso de cremación. Sin embargo otros miedos aun permanecen, sobre todo uno por encima del resto.
Una niña suele jugar por la zona. Desde antes de la llegada de Gómez, en el cementerio corre el rumor de la presencia de una jovencita de cabello oscuro y vestido rojo que pasea por el corredor que comunica la última capilla con el baño. La han visto correr y jugar con una pelota, además de escucharla reír y divertirse. Aseguran que falleció a los tres años por un accidente de tránsito y que su lápida se encuentra en la parcela más cercana a los crematorios.
“Ni he escuchado ni he visto nada, así que no puedo decir que es verdad”, dice Gómez. Sin embargo, cada vez que le pregunto por ella baja la cara asustado como si temiera que pudiera atraerla.
Arnulfo Carrero asegura otras cosas. De 50 años, tiene 4 trabajando como patrullero/supervisor de zonas en el cementerio y afirma que “de noche se oyen ruidos. Gente golpeando cosas. Una vez nos abrieron los grifos del agua, fuimos a cerrarlos y cuando salimos volvieron a abrirlos”.
Continúo incrédulo a la historia, nunca me han convencido las cuentos de fantastmas. Hasta que Carrero agrega: “Visitantes la han visto, pero no se dan cuenta porque hay mucha gente. Hay otros que ven a la niña sola cuando ya no hay nadie y preguntan: ´mira y esa niña que anda por ahí´?”.
El frío y los sonidos nocturnos me invaden. El aire pesa sobre mí mientras continúo preguntando por la niña a pocos metros de donde yace su supuesta lápida. La niebla me ahoga mientras escucho los crematorios encendidos. Recorre por mi cabeza la sensación de que justo hasta donde llega la luz tenue de los faroles hay alguien. No puede distinguir qué es. No puedo ver. ¿Qué es? ¿Me acerco?
Tal vez en otra ocasión. Gómez y Carrero me recomendaron que me fuera. Eso hice.
Jorge A. Botti

16 jul 2012

Tiempo de sobra

Como es típico de las vacaciones, esos días donde una puede dormir hasta tarde, pasa todo lo contrario. Hoy me levanté a las 7:30 y tengo una reunión a las 12. Tengo tiempo de sobra. ¿Qué voy a hacer para gastarlo?



Me cepillo, me baño, me visto, desayuno, me arreglo y aún me quedan 3.

Me pongo a ver Friends en la sala de mi casa mientras mi mamá me da lecciones de moral recordándome que la TV atrofia el cerebro y preguntándome cómo no me canso de repetir los diálogos. Yo la ignoro y me gasto otros 30 minutos antes de pasar a leer unas líneas de El Cementerio de Praga.

Se me escapa un par de horas sin notarlo y decido salir 70 minutos antes para llegar con calma... Total, tengo tiempo de sobra.

No hay tráfico... Una gran sorpresa en Caracas, por lo que me voy a una plaza cercana a mi destino y me pongo a meditar.

Vuelvo en mí, veo los árboles, el cielo, le busco forma a las nubes, huelo la grama...  veo el reloj. 

Aún tengo tiempo suficiente para ir a mi reunión. En 6 minutos estoy en la puerta del estacionamiento y aunque hay un poco de cola, puedo esperar. Total, tengo tiempo de sobra.

50 minutos después...


Sigo en Parking.

El Seniat decidió cerrar el estacionamiento. Tuve tiempo de sobra y me quedé con las sobras del tiempo.