Poco conocida a pesar de su amplia
trayectoria en política, Olga Azuaje prometía un Chacao mejor. “Va a gobernar
una mujer”, era su grito de campaña. El grito se perdió en el aire, al igual
que su victoria
El
jardín de PDVSA La Estancia, en Altamira, suele hacer voltear a los peatones
que caminan por Chacao. Giran su cabeza brevemente, se deleitan con el verde y
siguen su camino. El sábado 18 de noviembre las cabezas giraban en la dirección
contraria. Una fila de casi 20 carros (casi todos camionetas) esperaba
disfrazada de afiches para salir. Era la caravana de “La solución para Chacao”.
Ese
día el presidente Nicolás Maduro disfrutaba en cadena una serenata de Juan
Gabriel por su cumpleaños. Ese día, también, la oposición decidió salir a las
calles con el nombre de "los autoconvocados”. Estaban a pocos metros de la
caravana de la candidata roja.
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No nos vamos a acercar. La candidata
cree en la unión –dijo Daniel Lombana, quien solo por estos meses se convirtió
en su jefe de prensa- en época de elecciones todos hacemos de todo.
Olga
Azuaje es también conocida como Titina. Cuando preguntas a su alrededor el
porqué de su apodo, la gente levanta los hombros. Lleva siempre poco maquillaje
en su rostro, pero sus orejas dejan ver
unos zarcillos Bvlgari que se roban la atención. Se acercaba con confianza a
sus conocidos y a los que pasaban pidiéndole un abrazo y la firma. Ella rayaba
su cara sonriente del afiche y el feliz elector se iba con su autógrafo.
La
política la lleva en la sangre. Su madre es la embajadora de Venezuela en
Surinam. Su padre es un militar retirado que sufrió el exilio en el gobierno de
Pérez Jiménez. Pero su padre político es Hugo Chávez. La frase “por ahora…” la
llevó a interesarse por su país y creó, en abril de 2002, el movimiento Clase
Media en Positivo. Hoy defiende el municipio que, según ella, fue “el epicentro
de acciones dantescas”.
La candidata del Gran Polo Patriótico viste
con chaquetas Columbia. Debajo lleva la franela con su nombre impreso y un
corazón rojo rojito. En la cabeza exhibe una gorra azul con la palabra “Jesús”
escrita. El día de la caravana llegó a las 10. Ya tenía tres horas despierta.
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Ella a las 7 ya está trabajando,
siempre. Desde temprano en la oficina. No importa si es sábado –comenta José
Luis Pérez, un señor de cabello blanco que siempre estaba cerca de ella.
La
música retumbaba a todo volumen antes de arrancar. Ningún oído podía escaparse
de la única canción que sonaba de forma repetida. “Pégate, pégate,
pe-pe-pe-pégate” marcaba el tempo para las caras alegres que bailaban con
gorras tricolor.
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¡Pégate tú este 8 de diciembre! –gritaba
en el micrófono la que sirvió de animadora por la jornada- ¡A votar! ¡Titina es
la solución para Chacao!
La
voz chillona alargaba la última vocal de cada frase. Mientras tanto, un hombre
moreno pasaba entre los carros gritando “¡los afiches van a volar!”. No hablaba
de la demanda. Estaban mal pegados a los vidrios.
La
exministra del Poder Popular para el Turismo se montaba en su carroza roja para
iniciar el tour. “¡Tú te vienes en el camión!”, me gritaba Daniel Lombana mientras
corría al vehículo, al tiempo que me golpeaba de forma despectiva un “Tas enchufaíta, ¿no?” por parte de un
hombre alto y muy delgado.
***
Comenzó
el recorrido hacia Los Palos Grandes. Entre la vibración de las bocinas, los brincos de sus tripulantes y los frenazos
inesperados, era casi imposible mantenerse de pie. Con pasitos hacia adelante y
hacia atrás buscaba el equilibrio. Sonaban gaitas, reggaetones y merengues.
Nunca entonaron el “Patria Querida”. Nunca se mencionó a Chávez por el
micrófono. La animadora repetía una y otra vez “¡Ahora va a gobernar una
mujer!” mientras Azuaje saludaba a balcones de edificios bien mantenidos.
Algunas
manos tímidas salían de las ventanas. Otras pocas, más felices, bailaban y
mostraban su apoyo. Una señora que caminaba no dudó en
expresar su opinión: con pulgar abajo, caminaba sin mirar la fila de carros.
Eso sí, sonriente. La candidata lo ignoraba, seguía moviendo sus brazos montada
en una silla, como una reina de carnaval. En los actos políticos y en las
jornadas laborales es muy cercana, pero nadie sabe de su vida privada.
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Ella nunca habla de eso. Lo que conversa
es de su municipio, de su gente. Quiere resolver la inseguridad –comenta José
Cañizales, quien fue el candidato a concejal para Chacao.
El
camión iba ya por la Firestone de La Castellana. Un hombre sudado y sin camisa
provocó en las mujeres de la carroza reacciones lujuriosas. “¡Ay, hay que
buscar ese voto!” decían entre risas. Pero Azuaje, exjefa de movilización del
Comando de Campaña Carabobo, no. Ella seguía con la mirada al frente y hacia
arriba. Solo una vez volteó durante el recorrido: mandaba a regañar a un
miembro de su equipo que, molesto por el rechazo, ofendía a los opositores de
la zona. “¡Nosotros no hacemos eso!” decía Azuaje levantando el índice.
El
carruaje electoral se detuvo. Del vehículo que lo precedía saltó un equipo con
cámaras y micrófonos gritando: “¡Aquí, aquí es, bájense!”. La fila gigantesca
de autos detuvo el tráfico frente a la panadería D’anubio. Ubicaron y
arreglaron a la candidata con un grupo de gente a sus espaldas y se encendieron
las luces rojas para grabar. “Aquí estamos, como ven, con mucha alegría…” decía
Azuaje para Venezolana de Televisión (VTV).
Continúa
el recorrido. La representante de “la solución para Chacao” sabe manejarse con
los medios. Y cuando falla, la corrigen. “Olga, ¡sonríe!” le decía disimulando
una persona de su equipo que se percató de un periodista en la calle. El hombre
caminaba por la zona y se detuvo al ver el carnaval rojo. Solo disparó su cámara un par
de veces y siguió su recorrido.
En
su casa la esperaban dos hijos. Morochos. Es con ellos, y con sus cinco
hermanos, con quienes comparte su tiempo libre. Es la menor, pero eso no la
hace indisciplinada. Olga Azuaje es también miembro de formación del PSUV, y
dice ver el “proceso” como un trabajo integrador. Estaba convencida de que
ganaría en un municipio de clase alta porque para ella, el legado de Chávez los
involucra.
Las
gorras volaban en el aire. Los tambores criollos salían a toda velocidad por
las cornetas. Mientras la música aceleraba su ritmo, los brazos se agitaban más
rápido tratando de entregarle un souvenir a todos, pero no fueron suficientes.
Se acabó la propaganda tricolor. “Ella la usó antes que Capriles”, me aseguró un
señor por la calle.
Así
se fueron un par de horas. Atravesando calles tapizadas de afiches de ella y de
su contrincante, Ramón Muchacho. Entre finas panaderías y plazas creadas por
gestiones anteriores. No lo suficientemente buenas, según Azuaje.
De
uno de los edificios salió un afiche con su cara. La más alegre de todas me
agarró el brazo y compartió feliz: “Mira, vale. Aquí sí hay chavismo”. Así es.
14,6% de sus habitantes, según el CNE. También salieron ollas de muchas
ventanas. Esas no las vieron. La fiesta que había en el camión hacía que no
escucharan el cacerolazo.
Olga
Azuaje contaba los días para convertirse en la primera alcaldesa de Chacao. Hoy,
se lee en su página web “Chacao sí cambia en” seguido de una cuenta regresiva
que quedó con varios ceros congelados. El reloj también se quedó esperando.
Bajé
del camión mientras Olga Azuaje se despedía con una sonrisa. Se volvía
lejano el sonido de la música mezclado con los golpes de las ollas. En
Univisión, más tarde, aparecía la candidata que cree en la unión: “Los sectores de oposición que hacen
vida en el país y andan llamando a la protesta…”
Fabiola Ferrero
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