4 dic 2013

Personajes de Caracas: el inmigrante

Caraqueño por rutina

Por: Iván Aranaga

Un italiano que ha permanecido en Caracas por 63 años



Muchos inmigrantes, y sus hijos, han abandonado Venezuela debido a la crisis política de los últimos 14 años. Llegaron a este país buscando oportunidades de trabajo y se encariñaron. Giovanni Castiglione vino para producir  fortuna pero, más que venezolano, se convirtió en un caraqueño. Nunca ha planeado emigrar de nuevo

Un apetitoso olor a pasta recorre el apartamento de Giovanni Castiglione, en Plaza Venezuela. Tiene 93 años, 63 de los cuales ha vivido en Venezuela, luego de que abandonara Italia en 1950.  En Europa fue soldado y combatió durante la Segunda Guerra Mundial. Padece una leve sordera, así que conversar con él es parecido a ver una película con flashbacks, por lo que  su esposa Pierina Asaro, con quien lleva 67 años de matrimonio, su hija Eleonora y su yerno Giovanni Giuliani, lo ayudan a recobrar el hilo original de la charla. Pese a su edad, rescata los detalles de su vida con una precisión casi quirúrgica.

Un elemento rescatable de su personalidad es la constancia, que se logra mediante la disciplina. Adquirió ambas debido a la formación que recibió, pues  se alistó en la milicia a los diez años y luego se desempeñó como carabinero, un cuerpo especial de la policía italiana. A pesar de ello, nunca buscó ganarse la vida con alguno de estos oficios en Venezuela.

Su yerno comenta que “cuando una persona ha sobrevivido una guerra, estando prisionero, teniendo la muerte tan cerca, no quiere saber nada de armas durante el resto de su vida”. Sin embargo, su suegro —o papa, como le llama Giuliani— no recuerda haber tenido pesadillas con aquellos acontecimientos.

El trabajo se aprende en la guerra

Durante el conflicto bélico, Castiglione fue voluntario en Albania, donde lo capturaron y  trasladaron a Alemania, allí estuvo preso dos años en un campo de concentración, de 1941 a 1943. “Los alemanes eran muy crueles, allí aprendí lo que era trabajar, utilicé máquinas que jamás había visto. La disciplina era bárbara, nos bañaban con una manguera que echaba agua helada. Allí estuve junto a italianos, franceses y rusos”, rememora de aquellos años.

Para escapar de aquella situación y del trabajo forzado tuvo que hacerse el enfermo. El problema era que, en esos momentos, sus compatriotas lo vigilaban porque la labor que él dejaba de hacer debían completarla ellos.

Cuando lo liberaron regresó, a pie, a Italia por “montañas mucho más grandes que El Ávila”. Jamás volvió a caminar tanto.

“En 1945 estropeó a esta señorita”, dice Asaro entre risas, refiriéndose al año en que se casaron —no parece haber causado ningún daño, ya que llevan más de medio siglo juntos. En esa época ejercía como carabinero; no obstante, decidió trabajar como obrero por temor al “bandido” Salvatore Giuliano, debido a que “carabinero que veía, carabinero que liquidaba”.

De ayudante de albañil a maestro de obra

En 1950 Castiglione tenía 30 años. Venezuela necesitaba obreros para trabajar e Italia necesitaba trabajo para los obreros. “En mi país trabajaba por cuatro puyas, por lo que vine buscando fortuna”. Al año siguiente emigraron su esposa y la mayor de sus tres hijos.

“En algún momento pensé en volver a Italia —‘¿Cuándo? Nunca te escuché decir eso’, interrumpe Asaro con picardía —, pero eso nunca ocurrió”.

El gobierno de Marcos Pérez Jiménez, a pesar de ser una dictadura, fue de su agrado, porque  consideraba al entonces presidente como un hombre progresista y ordenado.

A los dos días de haber llegado a Venezuela consiguió trabajo en la compañía de construcción La Línea de Luis Maestres, donde laboró hasta 2009. Su primer sueldo fue de 16 bolívares. Empezó como ayudante de albañil y luego ascendió a maestro de obra. Algunos años después, cuando dejaron el negocio de la construcción, se encargó de la administración de la empresa.

 “Ese fue su otro matrimonio”, dice su hija Eleonora. “Papá me decía que de Luis se separaría el día en que muriera uno de los dos”. Así fue: dejó de trabajar a los 89 años, cuando su jefe y amigo falleció.

Un nuevo país: Caracas

Giovanni Castiglione se nacionalizó venezolano en 1955. Desde entonces, jamás se ha abstenido de votar en alguna elección. El presidente que más le ha gustado fue Rómulo Betancourt; salvo ese caso, sus familiares no han logrado que diga a quién le dio  el voto. “Cuando le preguntábamos, siempre contestaba que el voto era secreto”, afirma Eleonora.

Para Castiglione ningún paisano podría repetir lo que él ha hecho. “Hoy los italianos se van de Venezuela. El país al que yo llegué estaba en desarrollo, este proceso se ha detenido”.

Se puede afirmar que Caracas se convirtió en la patria de este italiano porque, desde que emigró, nunca ha puesto un pie fuera de la capital, y no porque le parezca una ciudad fuera de lo común. “Aquí llegué y aquí me quedé, me acostumbré”.

No aspira a andar de nuevo por el mundo. “El único viaje que me queda por hacer es hacia el Cementerio del Este”, bromea . Desde que se retiró, dedica la mayor parte de su tiempo a leer. Le fascinan los libros de historia —hace poco terminó Los Amos del Valle de Francisco Herrera Luque— y los relatos de la mafia siciliana, los escritos de Mario Puzzo son sus favoritos.

“Jamás quise ser el Vito Corleone de Venezuela, para eso se necesita mucho dinero”, ironiza.

En  opinión de Castiglione, Venezuela es un país de grandes posibilidades. “Con la riqueza de petróleo que posee, deberíamos de estar caminando encima de la plata. Aquí hay buenos trabajadores. Pero también hay buenos flojos”.

1 comentario:

  1. Genial artículo, muy interesante historia. Sólo me queda la duda de por qué lo apresaron los alemanes si el señor Castiglione era parte de los Carabinieri

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