Un
italiano que ha permanecido en Caracas por 63 años
Muchos
inmigrantes, y sus hijos, han abandonado Venezuela debido a la crisis política de
los últimos 14 años. Llegaron a este país buscando oportunidades de trabajo y
se encariñaron. Giovanni Castiglione vino para producir fortuna pero, más que venezolano, se convirtió
en un caraqueño. Nunca ha planeado emigrar de nuevo
Un
apetitoso olor a pasta recorre el apartamento de Giovanni Castiglione, en Plaza
Venezuela. Tiene 93 años, 63 de los cuales ha vivido en Venezuela, luego de que
abandonara Italia en 1950. En Europa fue
soldado y combatió durante la Segunda Guerra Mundial. Padece una leve sordera,
así que conversar con él es parecido a ver una
película con flashbacks, por lo que su esposa Pierina Asaro, con quien lleva 67
años de matrimonio, su hija Eleonora y su yerno Giovanni Giuliani, lo ayudan a
recobrar el hilo original de la charla. Pese a su edad, rescata los detalles de
su vida con una precisión casi quirúrgica.
Un
elemento rescatable de su personalidad es la constancia, que se logra mediante
la disciplina. Adquirió ambas debido a la formación que recibió, pues se alistó en la milicia a los diez años y
luego se desempeñó como carabinero, un cuerpo especial de la policía italiana.
A pesar de ello, nunca buscó ganarse la vida con alguno de estos oficios en
Venezuela.
Su
yerno comenta que “cuando una persona ha sobrevivido una guerra, estando prisionero,
teniendo la muerte tan cerca, no quiere saber nada de armas durante el resto de
su vida”. Sin embargo, su suegro —o papa,
como le llama Giuliani— no recuerda haber tenido pesadillas con aquellos
acontecimientos.
El trabajo se aprende en la guerra
Durante
el conflicto bélico, Castiglione fue voluntario en Albania, donde lo capturaron
y trasladaron a Alemania, allí estuvo
preso dos años en un campo de concentración, de 1941 a 1943. “Los alemanes eran
muy crueles, allí aprendí lo que era trabajar, utilicé máquinas que jamás había
visto. La disciplina era bárbara, nos bañaban con una manguera que echaba agua
helada. Allí estuve junto a italianos, franceses y rusos”, rememora de aquellos
años.
Para
escapar de aquella situación y del trabajo forzado tuvo que hacerse el enfermo.
El problema era que, en esos momentos, sus compatriotas lo vigilaban porque la
labor que él dejaba de hacer debían completarla ellos.
Cuando
lo liberaron regresó, a pie, a Italia por “montañas mucho más grandes que El
Ávila”. Jamás volvió a caminar tanto.
“En
1945 estropeó a esta señorita”, dice Asaro entre risas, refiriéndose al año en
que se casaron —no parece haber causado ningún daño, ya que llevan más de medio
siglo juntos. En esa época ejercía como carabinero; no obstante, decidió
trabajar como obrero por temor al “bandido” Salvatore Giuliano, debido a que “carabinero
que veía, carabinero que liquidaba”.
De ayudante de albañil a maestro de
obra
En
1950 Castiglione tenía 30 años. Venezuela necesitaba obreros para trabajar e
Italia necesitaba trabajo para los obreros. “En mi país trabajaba por cuatro
puyas, por lo que vine buscando fortuna”. Al año siguiente emigraron su esposa
y la mayor de sus tres hijos.
“En
algún momento pensé en volver a Italia —‘¿Cuándo? Nunca te escuché decir eso’,
interrumpe Asaro con picardía —, pero eso nunca ocurrió”.
El
gobierno de Marcos Pérez Jiménez, a pesar de ser una dictadura, fue de su
agrado, porque consideraba al entonces
presidente como un hombre progresista y ordenado.
A
los dos días de haber llegado a Venezuela consiguió trabajo en la compañía de
construcción La Línea de Luis
Maestres, donde laboró hasta 2009. Su primer sueldo fue de 16 bolívares. Empezó
como ayudante de albañil y luego ascendió a maestro de obra. Algunos años
después, cuando dejaron el negocio de la construcción, se encargó de la
administración de la empresa.
“Ese fue su otro matrimonio”, dice su hija Eleonora.
“Papá me decía que de Luis se separaría el día en que muriera uno de los dos”.
Así fue: dejó de trabajar a los 89 años, cuando su jefe y amigo falleció.
Un nuevo país: Caracas
Giovanni
Castiglione se nacionalizó venezolano en 1955. Desde entonces, jamás se ha
abstenido de votar en alguna elección. El presidente que más le ha gustado fue
Rómulo Betancourt; salvo ese caso, sus familiares no han logrado que diga a
quién le dio el voto. “Cuando le
preguntábamos, siempre contestaba que el voto era secreto”, afirma Eleonora.
Para
Castiglione ningún paisano podría repetir lo que él ha hecho. “Hoy los
italianos se van de Venezuela. El país al que yo llegué estaba en desarrollo,
este proceso se ha detenido”.
Se
puede afirmar que Caracas se convirtió en la patria de este italiano porque, desde
que emigró, nunca ha puesto un pie fuera de la capital, y no porque le parezca
una ciudad fuera de lo común. “Aquí llegué y aquí me quedé, me acostumbré”.
No
aspira a andar de nuevo por el mundo. “El único viaje que me queda por hacer es
hacia el Cementerio del Este”, bromea . Desde que se retiró, dedica la mayor
parte de su tiempo a leer. Le fascinan los libros de historia —hace poco
terminó Los Amos del Valle de
Francisco Herrera Luque— y los relatos de la mafia siciliana, los escritos de
Mario Puzzo son sus favoritos.
“Jamás
quise ser el Vito Corleone de Venezuela, para eso se necesita mucho dinero”,
ironiza.
En
opinión de Castiglione, Venezuela es un
país de grandes posibilidades. “Con la riqueza de petróleo que posee,
deberíamos de estar caminando encima de la plata. Aquí hay buenos trabajadores.
Pero también hay buenos flojos”.
Genial artículo, muy interesante historia. Sólo me queda la duda de por qué lo apresaron los alemanes si el señor Castiglione era parte de los Carabinieri
ResponderEliminar